CASA BLANCA ACUSA A OBAMA DE OPERAR CONTRA TRUMP DESDE LAS SOMBRAS
Un informe de inteligencia desclasificado revela cómo el expresidente habría intentado sabotear a su sucesor en nombre de una democracia que se invoca solo cuando conviene.
Un informe de inteligencia desclasificado revela cómo el expresidente habría intentado sabotear a su sucesor en nombre de una democracia que se invoca solo cuando conviene.
Un informe de inteligencia desclasificado revela cómo el expresidente habría intentado sabotear a su sucesor en nombre de una democracia que se invoca solo cuando conviene
Washington ha vuelto a convertirse en el epicentro de una tormenta política que evidencia la podredumbre del poder y su capacidad para fabricar verdades útiles al momento. En esta ocasión, la propia Casa Blanca acusa al expresidente Barack Obama de haber conspirado deliberadamente para sabotear al entonces presidente electo Donald Trump tras su victoria en 2016.
Según documentos revelados por la Oficina de Inteligencia Nacional, el entorno de Obama habría manipulado informes, sembrado desconfianza y fabricado escenarios que permitieran justificar una narrativa de colusión con Rusia, pese a saber que dicha conexión no tenía sustento. La vocera presidencial, Karoline Leavitt, afirmó que se trató de un esfuerzo orquestado para deslegitimar desde los cimientos la elección republicana, al tiempo que se simulaba públicamente una transición pacífica.
En el mundo subterráneo del poder real, el cinismo y la hipocresía no son defectos, sino armas eficientes. Quienes manejan los hilos de los estados imperiales no se avergüenzan de torcer instituciones, verdades o discursos si con ello logran su objetivo. Lo importante no es el bien común ni la justicia democrática, sino conservar los privilegios y mantener el curso del dominio global.
La acusación no es menor. Implica directamente al expresidente Obama y a su equipo cercano en la alteración intencional de reportes de inteligencia, con el propósito de instaurar un relato de traición nacional que acompañara el inicio del gobierno de Trump. La propia directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, compartió los informes en los que se basa esta acusación. En uno de ellos, se indica claramente que no hubo manipulación rusa de los resultados electorales, pero esa conclusión fue minimizada en favor de una agenda fabricada.
Mientras tanto, el imperio no se detiene. En el tablero global, Washington sigue embarcándose en guerras, en golpes blandos, en desestabilizaciones diplomáticas, sin preocuparse por los habitantes de los países convertidos en piezas de ajedrez. La muerte, el hambre, la devastación y el exilio no figuran en sus balances de intereses.
Lo revelado no solo remueve las aguas de la política interna estadounidense; también refuerza el carácter de una maquinaria que no admite disensos reales ni alternancias genuinas. El poder se transfiere entre actores distintos, pero la estructura de dominación permanece inalterable. Y cuando una figura inesperada amenaza ese sistema, se activa todo el andamiaje para neutralizarla. La democracia, en este contexto, es apenas un relato útil.